Apuntes TH: El comienzo de la revolución francesa

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domingo, 14 de noviembre de 2010

El comienzo de la revolución francesa

Las causas de la Revolución
En el 1789, Francia estaba sumida en una profunda crisis económica y social.
Por una banda, había un período muy duro de malas cosechas que provocaba el alza de los precios de los alimentos y e descontento popular.
La burguesía se enriqueció por el crecimiento económico de los últimos años y se mostraba descontenta por su marginación política, ya que sólo os privilegiados podían tener cargos importantes.
Además, la monarquía estaba sumida en una profunda crisis financiera provocada por los elevados gastos del Estado y de la corte.
El presupuesto de la monarquía francesa en el año 1788 tenía 622 millones de libras de gastos y sólo 504 millones de libras de ingresos. Una balanza totalmente deficitaria.

El comienzo de la Revolución: 1789 
La Revolución Francesa se inició como una revuelta de la aristocracia. Los privilegiados se negaron a pagar impuestos y exigieron al rey Luís XVI que convocase los Estados Generales.
Los representantes del tercer estado (burguesía, clases populares y agricultores) exigieron la doble representación, la deliberación conjunta y el voto por persona. En esos momentos, estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales representan la nación.
Los diputados del tercer estado se erigieron en Asamblea Nacional (representando el conjunto de la nación) y se comprometieron a elaborar una constitución que reflejase la voluntad de los franceses.

El fin del Antiguo Régimen

El pueblo de París dio soporte en la calle a los representantes del tercer estado y el 14 de julio de 1789 asaltaron la fortaleza de la Bastilla, tomaron las armas y se dispusieron a defender por la fuerza el proceso revolucionario.
La revolución también se extendió por el campo en forma de quema de residencias señoriales y documentos.
La Asamblea Nacional decretó la abolición de los privilegios feudales y promulgó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que reconocía como derechos inalienables las libertades individuales y colectivas, la igualdad delante de la ley y la igualdad de impuestos.

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