Las etapas de la Revolución Francesa

Después de la creación de la Asamblea Nacional Constituyente, se inició el proceso de transformación de Francia en un sistema liberal.
La Revolución atravesó tres diferentes etapas:


La monarquía constitucional
En otoño de 1789, el rey y la nobleza aceptaron la nueva situación y iniciaron un proceso reformista para convertir Francia en una monarquía constitucional parlamentaria.
En 1791 se promulgó una Constitución que representaba los ideales del liberalismo político: separación de poderes, soberanía nacional y igualdad legal de los ciudadanos, aunque se reservaba al rey el derecho de veto.
También se estableció el sufragio indirecto y censatario (que sólo podían votar los privilegiados).
Se formó una Asamblea Legislativa que redactó nuevas leyes para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos, la prohibición de la tortura, obligar a la nobleza a pagar impuestos y abolir los gremios.
Además se creó un nuevo ejército, la Guardia Nacional, que defendía el país de los defensores del absolutismo.
Finalmente, con el objetivo de solucionar la crisis financiera, se expropiaron los bienes que eran propiedad de la Iglesia y se vendieron a particulares.

Los sectores populares también se mostraron descontentos ante la restricción del sufragio universal (poder votar todos los ciudadanos).
Entre los revolucionarios destacaban los girondins, los jacobins, los cordelieres y los sans-culottes. Que eran milicias populares de París aspirantes a profundizar las reformas y proclamar la República.

La oposición de la familia real a la Revolución se manifestó en la huida de París (Fuga de Varennes, junio de 1791) para unirse al ejército austriaco, que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutismo. El monarca fue descubierto en una de las carrozas que intentaban pasar la frontera y fue devuelto a París, donde se evidenció el rechazo de la población al monarca.

El abril de 1792, la Asamblea Legislativa declaró la guerra a Austria. Los austriacos invadieron Francia y llegaron a las puertas de París. La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, que, el 10 de agosto del mismo año asaltaron el palacio real, arrestaron al rey y proclamaron la República (septiembre de 1792).


La república democrática 
La república se quedó en manos de los girondinos, que convocaron elecciones por sufragio universal para la nueva Constitución Nacional (también denominada Asamblea).
La Convención llevó a cabo un juicio contra el rey Luís XVI y su mujer, María Antonieta, que fueron acusados de traición y condenados a morir guillotinados.
La muerte del rey representó la alianza de las monarquías europeas, que formaron una coalición contra la Francia revolucionaria.
En la primavera de 1793, La República estaba en peligro. El el interior del país surgieron algunas revueltas contrarrevolucionarias, y en el exterior, los ejércitos aliados estaban invadiendo Francia.

El junio de 1793, los jacobinos consiguieron el poder y detuvieron los principales dirigentes políticos girnodinos. Ese mismo año promulgaron una nueva constitución basada en la democracia social: soberanía popular, sufragio universal y derecho a la igualdad.
El ejecutivo quedó en manos de un Comité de Salvación Pública (que detenía a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios).
Para hacer frente a la amenaza exterior, la República organizó un ejército, decretó la mili y impulsó la política del Terror. El Comité suspendió las libertades y castigó con la cárcel a los sospechosos de ser contrarrevolucionarios.
El verano de 1794 los peligros disminuyeron y los ejércitos franceses se impusieron a los ejércitos extranjeros. Pero la radicalización de la revolución provocó la oposición de gran parte de la población.
De manera que, mediante el golpe de Estado , el julio de 1794, fueron derrocados y ejecutados Robespierre y otros dirigentes jacobinos.

La república burguesa
Después del golpe de Estado, la burguesía conservadora volvió a coger el control de la Revolución. Se elaboró una nueva Constitución (1795) que otorgaba el poder ejecutivo a un gobierno colegiado (Directorio), restablecía, el sufragio censatario y confiaba el poder legislativo a el Consejo de los Quinientos y al Consejo de los Ancianos.
El nuevo gobierno pretendía volver a los principios de la Constitución del 1791. Para hacerlo, persiguió a los jacobinos, derrocó la Constitución de 1793 y anuló todas las leyes de ese período. También promovió el retorno de los exiliados.
El ejército francés cada vez conseguía más prestigio y se propuso como la única institución capaz de imponer orden y seguridad a la nación.
En 1799, Napoleón Bonaparte, un joven general, francés, protagonizó un golpe de Estado que puso fin al Directorio y inauguró el  Consolado (1799-1804).